Hubo un movimiento. Una de las veloces formas se hizo más grande, y me percaté de que seguía el sinuoso camino que conducía hasta donde yo me encontraba. En sólo unos pocos momentos adquirió la forma de un jinete. A medida que se acercaba, asumió una semblanza de solidez sin perder la cualidad fantasmal que parecía emanar de todas las formas que había ante mí. Unos segundos más tarde contemplé a un jinete desnudo sobre un caballo desprovisto de pelo. Los dos eran mortalmente pálidos y avanzaban a toda velocidad hacia mí. El jinete esgrimía una espada de color blanco, tanto sus ojos como los del caballo brillaban con un rojo intenso.ROGER ZELAZNY
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